El trabajo con esta disciplina en niños que aún no ingresan a enseñanza básica permite mejorar la atención y concentración.
por J. M. Jaque
Soraya Jacob empieza a inventar un cuento y la historia sirve de excusa para que 16 niños del jardín infantil del Colegio Apoquindo sobre sus mat (colchonetas) de colores imiten las posturas de los protagonistas: se estiran simulando un árbol o inclinan la espalda con las manos hacia abajo como si fueran un elefante. Por medio del yoga, Jacob logra que los niños dejen por unos minutos el mundo externo y se concentren en el propio.
El yoga se convierte así en un aliado. Jacob, sicopedagoga de ese establecimiento, evalúa a los niños con dificultades de aprendizaje y vio en esta disciplina una ruta de trabajo. "Había muchos problemas de atención y concentración que podían apaciguarse en la medida que los niños volvieran a su cuerpo y a autodominarse", explica. Lo importante, sigue, es que el dominio de su cuerpo no llegue con una pastilla, sino que ellos tomen las riendas de su cuerpo a través de la voluntad. "La respiración, la música y el cuento los conecta y les ayuda a crear espacios mas largos de atención".
Con apenas cuatro sesiones con los niños, Jacob ya ha visto resultados. En un principio, a algunos niños les era imposible mantenerse quietos. "No lograban estar en Shavasana (postura de relajación) porque la inquietud motora es tan grande que ni siquiera pueden dejar de parpadear. Y eso tiene que ver con el ambiente al que los exponemos, porque su reloj natural es mucho más lento", cuenta. Hoy, esos niños van de a poco alcanzando el estado de mayor quietud. Si llegaban corriendo a la sala, hoy se van caminando. Y los gritos dieron paso a tonos en voz baja.
La idea de Soraya es implementar el yoga en la silla, es decir, llevarlo a la sala de clases.
Suman experiencias
El yoga en la educación preescolar está ganando cada vez más espacio. Ximena Arriagada, educadora de Junji y terapeuta, cuenta que con esa disciplina y masajes de relajación se trabajó la contención de los niños de las zonas afectados por el terremoto. Además, esa entidad tiene un programa de capacitación en yoga para que las educadoras lo apliquen con los niños. "El yoga tiene el prejuicio de que se relaciona solo con el trabajo corporal, pero tiene una parte muy lúdica para los niños, por eso se trabaja a través de cuentos y ellos van aprendiendo las posturas".
¿Cómo actúa el yoga en ellos? Arriagada habla de la baja de la dopamina, neurotransmisor gatillante de situaciones de ansiedad y estrés. También reporta la liberación de oxitocina, una hormona vinculada con el apego. No es todo, pues la ciencia ha investigado los aportes de esta disciplina.
Un estudio de la U. Estatal de Ohio concluyó que las personas que practican yoga habitualmente presentan una menor cantidad en la sangre de la proteína Interleukina 6, que se asocia con situaciones de estrés y que actúa como mensajera diciéndole a los órganos y tejidos que se inflamen ante ciertos estímulos. Hay más. Investigadores de la Escuela de Medicina de la U. de Boston concluyeron que practicar yoga tres veces a la semana sirve como tratamiento a la ansiedad y la depresión mejor que otras formas de ejercicio. ¿Por qué? El estudio mostró un alto nivel del ácido gamma-aminobutírico, neurotransmisor que regula la actividad nerviosa y cuya baja presencia en la sangre se asocia con depresión.
Por eso, no extraña que los reportes de los jardines Junji que trabajan con yoga con los niños fueran positivos. "Había mayor autocontrol de los niños. Además, cuando el niño evidencia los logros a través de su cuerpo mejora la autoestima", concluye Arriagada.
(La Tercera, Tendencias)