Introducción
Esta conceptualización requiere, además, contar con un
adulto (educador o monitor) que actúe en calidad de figura significativa,
interactuando directamente con los niños y tenga expectativas positivas
respecto de su desarrollo, que además manifieste comportamientos contenedores,
cariñosos y aceptadores, que tenga un enfoque interdisciplinario del desarrollo
humano y cuyo quehacer cotidiano refleje
dicho enfoque. Sólo en el marco de este contexto la educación en edades
tempranas puede constituirse en una real oportunidad de superación de las
consecuencias adversas que, como es sabido, acarrea vivir en condiciones de
pobreza, reforzando los mecanismos protectores que posibiliten un
comportamiento resiliente.
Por más de tres décadas los investigadores
interesados en aquellos niños que se desarrollan bien en contextos de
significativa adversidad han intentado dilucidar los procesos que crean el
desarrollo normal y que dan cuenta de las intervenciones preventivas y de las
políticas sociales que pudiesen mejorar las vidas de los niños vulnerables y de
sus familias. Investigaciones realizadas en el área de riesgo y resiliencia han
llevado a los científicos a plantearse las causas y el curso de la
psicopatología y ha resultado en la reformulación
de los modelos de déficit o carencias característicos de los puntos de
vista tenidos en décadas anteriores al
60 sobre el desarrollo de los niños que habían experimentado desventajas
y gran adversidad. Quienes han estudiado el impacto de la resiliencia tuvieron
en primera instancia como marco de referencia los estudios respecto de la
resistencia al estrés y cómo se producían estos procesos. Ellos encontraron evidencia respecto de estas
conductas adaptativas, sin embargo, la nomenclatura para dar cuenta de
estos resultados como indicativos de resiliencia aún no estaba totalmente lista.
Las publicaciones sobre estudios en edades
tempranas en resiliencia, han arrojado los siguientes resultados: la
investigación continuada sobre el constructo de resiliencia posee el potencial
para afirmar desafiar y expandir la teoría del desarrollo de forma tal de
sugerir convenientes medidas preventivas para promover el comportamiento
competente y la adaptación resiliente, así como, para sugerir la implementación
de políticas sociales que pudiesen disminuir la basta erosión del potencial
humano que ocurre en quienes sufren desordenes mentales, un comportamiento
disfuncional o que viven en la miseria económica. Sin embargo, se concluyó que
era fundamental para los estudiosos de
resiliencia el trabajar una mayor cantidad de situaciones que pudiesen entregar
evidencias empíricas.
Luthar ha indicado que las investigaciones
sobre resiliencia no han sido implementadas considerando los múltiples niveles
de análisis del desarrollo integral, el no haber considerado los múltiples
niveles de análisis posibles deja con la sensación de que estos podrían estar
interactuando, interfiriéndose o bien se estarían analizando sólo algunos
niveles, por lo cual, autores como Luthar,
recomiendan comenzar los análisis multivariados o niveles múltiples de
análisis.
Luthar indica que con el fin de ir más allá de
todo lo que se ha dicho sobre resiliencia (y que ha sido básicamente referido
al aspecto psicosocial), se deben considerar los avances en neurociencia, ya
que estos pueden iluminar caminos para entender la resiliencia, para sugerir
formas que resultan prometedoras para un
funcionamiento competente de individuos que experimenten sustancial adversidad.
Es lamentable, sostiene Luthar, que se hayan hecho pocos estudios en este campo
relativos a la resiliencia, sin embargo, sostiene la autora citando a
Waddington (1957) que uno de los mecanismos básicos de la resiliencia que es
autocorrectivo tiene sus raíces en la genética, más aún en muchas de las
investigaciones en el área de la resiliencia se encuentra una base explicativa
a partir de la interdisciplinariedad como forma de explicar la psicopatología
del desarrollo, y sería, entonces, esta la forma de estudiar tanto el riesgo
como la resiliencia que vive cada uno de los individuos durante su vida.
La interdisciplinariedad ha permitido realizar
un análisis intensivo de los componentes individuales de los complejos sistemas
biológicos Cicchetti (2003) sostiene que el estudio de los componentes
individuales tendrá que centrarse cada vez en forma más creciente en el examen
de los sistemas biológicos completos. Es así como los científicos van a pasar de una mirada reduccionista a una
interdisciplinaria y colaborativa que busca alcanzar una visión holística tanto de las células, los tejidos y los
sistemas neurales más complejos, es así como el área de resiliencia debiese ser interdisciplinaria y alcanzar
perspectivas analizadas desde múltiples niveles.
Ya sabemos, a partir de otros campos que las experiencias que tienen los niños en el
medio y el desarrollo de la bioneurofisiología son completamente
interdependientes. Es así como ha sido demostrado que la experiencia actúa
sobre la estructura cerebral y sobre su función y organización. Más aún, se ha
descubierto que las alteraciones en la expresión genética han sido inducidas
por el aprendizaje y por experiencias sociales y psicológicas, produciendo esto
cambios en los patrones neuronales y las conexiones sinápticas y por lo tanto
en el funcionamiento de las células nerviosas. Estas modificaciones no sólo
juegan un rol prominente en iniciar y mantener las anomalías comportamentales
provocadas por las experiencias sociales y psicológicas, sino que también
pueden contribuir a explicar las bases biológicas de la individualidad así como
también a que los individuos sean diferencialmente afectados por experiencias
similares.
Ambientes enriquecidos.
La investigación realizada durante la segunda
mitad del siglo XX ha descrito resultados consistentes sobre el impacto que
tiene distintos tipos de ambientes y de
comportamiento de diversas especies animales. Señalan Curtis y Nelson (2003)
que desde el trabajo de Hebb en los años 40 los resultados obtenidos en
distintos estudios han demostrado que criar animales en ambientes enriquecidos
se traduce en importantes diferencias en la morfología cerebral y en los
comportamientos cerebrales comparados con animales que no lo fueron.
Las reacciones de diferentes tipos de animales
que han sido evaluados a través de variaciones en torno al diseño experimental
básico han obtenido los mismos resultados antes mencionados. Durante los
primeros años de la década del 60, período durante el cual se trabajaba en los
experimentos con animales y se observaba su comportamiento en ambientes
enriquecidos al mismo tiempo que se gestaba un experimento social y político,
que también se basaba en los ambientes enriquecidos. La idea central era que el
enriquecimiento del ambiente de niños en situación de desventaja socioeconómica
podía resultar en ganancias en el desarrollo cognitivo y competencias sociales,
más allá de aquello que se esperaría de estos niños dado que su crianza tenía
lugar en el deprivado ambiente que se observa en las condiciones de pobreza.
Según señalan estos autores, el hecho de que estas dos preocupaciones
ocurrieran en el mismo período y tuviesen supuestos similares se debía a un
optimismo que presentó la sociedad durante los años 60 respecto del potencial
que tenía un ambiente enriquecido en mejorar la condición humana.
A
comienzos del siglo XXI se ha observado un progreso sustancial en ambas
líneas de investigación es así como se han publicado cientos de estudios que
han tenido como objetivo analizar el impacto que tiene el ambiente enriquecido
sobre la biología y comportamiento de las ratas y otras especies. Estos
estudios han destacado la idea de la plasticidad y la describen como una
característica inherente del cerebro. Por otra parte, las últimas 4 décadas han
mostrado resultados de programas de intervención enriquecidos, los que han sido
implementados y evaluados, estos estudios, a diferencia de los primeros, han
mostrado ganancias cognitivas a corto plazo y no a mediano plazo. Curtis y
Nelson (2003) sostienen que es necesario buscar razones que expliquen las
diferencias de los resultados entre los animales y los seres humanos, es así
como plantean que es necesario reevaluar las intervenciones enriquecidas
realizadas en niños desde la perspectiva de la neurociencia. Más allá de lo
dicho, sostienen estudios recientes que la diferencia radica en la falta de
continuidad de dichos programas, señalan los autores que es necesario mantener
presente un currículum enriquecedor, pues el tiempo que pasan los niños en la
escuela es significativamente menor que aquel que pasan en la casa o en el
barrio.
Ambientes enriquecidos: educación a edades
tempranas.
En el campo de la educación, desde el punto de
vista histórico ha habido un interés reiterado en que la educación en los
primeros años de vida entregue experiencias enriquecidas a los niños pequeños,
con el objetivo de brindar un mejor comienzo para un desarrollo que se
mantendrá a lo largo de la vida, es así como se inicia el programa Head Start
con el fin de trabajar con niños de familias pobres, durante la etapa
preescolar, de tal forma que lograran un mejor comienzo en el área académica,
de allí que se trabajó con un currículum que enfatizaba en el lenguaje, en el
conocimiento y en la motivación al logro, esto con el objetivo de que entraran
en igualdad de condiciones que sus pares de otros grupos sociales. Un objetivo
más amplio de tipo sociopolítico era colaborar en romper el ciclo de la pobreza
al aumentar la probabilidad de que los niños asistentes al programa
permanecerían por más tiempo en la escuela y de esta forma podrían una vez
adultos, alcanzar mayores ganancias
económicas, las que de acuerdo a Curtis y Nelson están con frecuencia
correlacionadas con una mayor cantidad de años en la educación formal. En
términos generales los resultados del programa Head Start y otros similares han
mostrado importantes ganancias iniciales, las que se desdibujan en el tiempo,
sin embargo, los niños mantienen lo ganado en términos de sus competencias para
atender en buena forma la escuela así como los logros sociales.
Educación a edades tempranas, pobreza y resiliencia.
La educación en edades tempranas, en
sectores de pobreza, ha sido visualizada durante las últimas cuatro décadas
como una posibilidad de paliar los efectos que trae consigo el nacer y criarse
en condiciones de pobreza. Lo que a la luz de las últimas publicaciones sobre
resiliencia puede, a su vez, interpretarse como una experiencia a través de la
cual se promueven los factores y mecanismos protectores que constituirán la
base de un desarrollo positivo y adecuado a las etapas del desarrollo,
constituyéndose así en la posibilidad de hacer frente constructivamente a las
adversidades, dolor y estrés que trae consigo el nacer y criarse bajo
condiciones de pobreza, o bien a otras situaciones igualmente adversas como son
el maltrato, el abandono, un cuadro psicopatológico en alguno de los padres o
en la figura significativa de los niños. Lo que transforma, por ende, a la educación en edades tempranas en una
instancia promotora de la resiliencia.
Para que esto sea posible, no obstante, es indispensable que este nivel
de educación considere estímulos pertinentes a la edad y a la cultura de los
niños, que fomenten la motivación al logro y el cumplimiento de límites a
través de la comprensión de estos, que refuercen la empatía, el humor, la
creatividad, que muestre que las metas son alcanzadas con esfuerzo y responsabilidad,
haciendo posible, de esta forma, el desarrollo de los valores de esperanza y
fe.